Este fin de semana largo sólo Irene queda en casa, la que habita desde hace veinticinco años junto a su marido y en la que cría tres hijos. Días para ordenar, airear y descansar de la convivencia familiar. Pero la soledad es una compañía extraña y la casa vacía un territorio con asignaturas pendientes. Tal vez por eso decide concretar un viejo deseo: abrir una puerta para conectar la cocina directamente hacia al jardín. No recurre a alguien de oficio. Sin ayuda de nadie, valiéndose de una masa de albañil, derriba a martillazos una gran pared hasta lograr un enorme boquete. El agujero rodeado de escombros la acecha durante la noche y temerosa permanece en vigilia custodiando los bienes familiares.
El Guada y Leo, dos muchachos que recorren la ciudad en un carro tirado por un caballo, son quienes pueden liberarla de los restos de la demolición. Pero cuando al día siguiente El Guada, acompañado por su mujer y un hijo de dos años, retorna por la promesa de una bomba de agua abandonada, Irene pareciera querer ir más allá. En un acto de solapada generosidad les regala una pequeña bicicleta de niño. Esta sencilla entrega es solo el comienzo de una serie de despojos que no puede contener. Los juguetes de sus hijos, una máquina de hacer pastas caseras y una cámara Polaroid se exponen como pertenencias que la perturban y la interpelan. Objetos en desuso cargados de historia de los que necesita desprenderse, tal vez como de una parte de sí misma. Cuando llega la familia no sólo encuentra el boquete y la casa casi vacía: Irene ya no es la misma.
El presidente electo recorre su ciudad en auto la noche antes de asumir la presidencia. Durante esa noche se encontrará con su asesora de imagen, su ex mujer, su amante y recibirá un llamado incómodo de su hija, entre otras situaciones. La noche irá avanzando mientras descubrimos los secretos de este personaje que esconde un secreto y un crimen que podrían cambiar su destino.
¿Qué es lo que perdemos todos cuando desaparece una cultura? ¿Nos damos cuenta que desaparece o sólo lo registramos como un cambio? Las palabras de Matías Sarlo, fotógrafo, resuenan en lo profundo de una vida y una cultura rural que viene desapareciendo o mutando desde hace muchos años.
En los oscuros años de la última dictadura en Argentina, surgió en la ciudad de Rosario, hacia fines de 1979, una agrupación de arte experimental integrada por jóvenes muy jóvenes, necesitados de expresar su disenso con el mortal clima imperante, a la vez que buscaban su propia identidad saliendo de la adolescencia. Ellos crearon una notable obra colectiva, efímera pero sustancial, que fue la respuesta más cabal que algún joven podía dar y darse a sí mismo en épocas de extrema represión de las expresiones más auténticas y diversas. La postura de Cucaño y sus acciones no eran expresa o declaradamente opuestas a la dictadura o a sus conductores, pero sí atacaban los fundamentos culturales de la misma y, más allá aún, los de una sociedad que había sabido darle lugar a esa dictadura y la sostenía o la toleraba como si fuese un mal “menor”.
Largometraje inspirado en un hecho real: el linchamiento de un joven acusado de robo. Una casa vacía, se escuchan gritos en la calle y cinco personas cruzan el umbral de la puerta sitiados por el silencio de un crimen.
En un mundo y en un tiempo incierto, ya no hay futuro ni para los más aptos. Pero una mujer, un niño y un viejo encontrarán entre sí la fuerza humana olvidada para resistir.